El poder mágico de las pirámides

Su contemplación sobrecoge el ánimo. Erguidas sobre la arena del desierto, las pirámides de Egipto, esbeltas y mayestáticas, son algo más que un templo y que una tumba. Ante ellas, y especialmente frente a La Gran Pirámide, se tiene la impresión de hallarse en presencia de un monumento que guarda en sus entrañas secretos trascendentales muy estrechamente relacionados con su estructura. Y existen de ello pruebas abundantes, aunque no aceptadas por todos los estudiosos. Es decir: esas figuras geométricas perfectas poseen un poder que podemos definir como mágico, pero que en realidad debe ser tan natural como las fuerzas cósmicas que intervienen en sus efectos. Los constructores de las pirápides lo sabían. Y nosotros, que estamos empeñados en desvelar todo el saber desconocido, debemos intentar saberlo también.

EL PODER MÁGICO DE LAS PIRÁMIDES

Puede que en este mismo instante sople el viento y se estén levantando nubes de arena; es algo que ha sucedido cientos de miles de veces... Cualquiera de los que en este mismo instante la contemplen morirá un día; mañana o dentro de cien años, y su nombre, como casi todos los nombres, se hundirá en el olvido. Puede que un día, dentro de mil años otro escriba lo que Usted ahora lee; pero como ahora, como en este mismo instante, ella seguirá en su sitio, como antes, como siempre.
Es algo gigantesco que humilla a quien lo contempla. Hoy tiene 139 metros de altura, pero hubo tiempos en los que aún llegaba más arriba; sus piedras se ordenan en 203 hileras, que antes debieron ser 209 ó 210; el tiempo y el pillaje han mordido en la Gran Pirámide. Es el mismo destino que aguarda a las piedras viejas, desde Tiahuanaco hasta Babilonia, porque en todas partes hay necios y mercaderes; por eso hoy está desnuda de su capa de revestimiento, de sus piedras pulidas y pintadas de un rojo brillante que la hacían parecer una antorcha encendida bajo el sol.
Alia por el siglo XI!, un rey árabe llamado Saladino ordenó a su ministro Karadush que dispusiera la retirada de las piedras ornamentales que cubrían la pirámide. Era el capricho de un simple, la curiosidad de un patán que quería ver los secretos que existían debajo. Los secretos siguen siendo tales y Saladino, un rey más de una época sucia de la Historia,enfrentado a otros reyes tan ignorantes como él y a un Papa siniestro, enriqueció su biografía, que no sus arcas, con un desatino más.
Fue durante el reinado de Keops cuando se construyó. Era el segundo rey de la cuarta dinastía de Manetón, el número 28 de los faraones de Egipto desde Menes. Nosotros la llamamos Keops porque así la llamó Herodoto, pero también podría haber quedado cualquiera de sus otros nombres: Saofis, según Erastótenes, o Jufu, según la propia pirámide; porque el nombre auténtico de la que hoy los bárbaros llamamos Gran Pirámide era «El luminoso horizonte de Jufu». Ha pasado ya mucho tiempo desde entonces, tanto que es difícil calcularlo: para unos, la mayoría, se construyó 2.600 años antes de Cristo; para otros, probablemente mejor documentados, su origen es anterior en 4.800 años al principio de la era cristiana. No faltan tampoco algunos románticos que la hacen tan vieja como la Atlántida.

CONSTRUCCIÓN DE UNA PIRÁMIDE EXPERIMENTAL

A efectos de experimentación son muchos los tipos de pirámides que pueden construirse, por su tamaño y por los diversos materiales que pueden emplearse: cartón, madera, corcho, cristal... Parece más conveniente el empleo del cristal, pues así será más fácil observar el interior de la estructura durante el desarrollo de las
pruebas. En el interior habrá que colocar una plataforma o pieza sustentadora, sobre la que situaremos el objeto de la investigación, un taco de madera, por ejemplo. Esta pieza deberá hallarse a la misma altura que alcanza la cámara sepulcral en la pirámide de Kheops, que parece ser el punto óptimo de captación de energía cósmica.




Se trata del experimento más clásico de cuantos se realizan con las pirámides, y es uno de los más fáciles también. Cualquier trozo de carne sirve para la prueba. Comenzaremos dividiendo la carne en dos mitades iguales, dejando una
de ellas como referencia, en el exterior, e introduciendo la otra en la pirámide, situándola sobre la pieza sustentadora, a una tercera parte de la altura y en el centro exacto de la figura, tal como se aprecia en nuestro experimento.





También, como parece natural, ejercen las pirámides su influencia sobre seres vivos. Lo comprobaremos intentando revitalizar una pequeña planta, que se halla a punto de morir. El experimento necesitará un desarrollo de varios días, durante los cuales habrá que seguir regando el vegetal como habitualmente. No sólo el vigor de la planta aparecerá de nuevo, sino que su crecimiento será en el interior más rápido.




Es una opinión muy difundida entre los investigadores de los efectos energéticos de las pirámides que ciertas enfermedades pueden ser curadas, o al menos aliviadas, con la ayuda de las mismas. Bien directamente, mediante la magnetización del agua o interviniendo sobre la imagen del enfermo, los efectos de la energía «mágica» pueden hacerse sentir de inmediato, o a la larga. No es una verdad comprobada, por supuesto; pero merecerá la pena experimentar, a ver qué pasa.


[center]
Introduciendo en la pirámide la parte enferma, en este caso —supuestamente— una mano, los dolores desaparecen.




curanderos aseguran que con las pirámides puede también experimentarse la curación «radiónica», introduciendo la fotografía del enfermo.




La esfinge parece guardar sus secretos hasta la eternidad. La imponente mole de la pirámide, perfecta, armónica y esbelta jamás podrá ser descifrada ni entendida del todo.