Capítulo I
"Encuentro"
Los rayos solares se colaron por la desgastada cortina iluminando el rostro de una mujer de cabellos almendra y orejas peludas y puntiagudas como las de un zorro, ella despertó lentamente y se levantó de la cama meneando la zorruna cola, se vistió para el trabajo y bajó a desayunar.
-Buenos días, señorita Callie- un hombre de características felinas y cabello plateado por los años recibió a la mujer en el comedor.
-Buenos días Teo, ¿cómo ha dormido?-
-Cómodamente señorita, le dejo para que desayune, con su permiso- el hombre hizo una reverencia con la cabeza y dejó el cuarto.
En otro sitio un hombre de características lupinas corría malherido por el camino de ripio en dirección contraria a la ciudad. Tenía el brazo derecho roto y ensangrentado y el resto del cuerpo lleno de cortes sangrantes, hasta él mismo se sorprendía de poder seguir corriendo en ese estado ya con la vista nublada por la fatiga.
A la distancia avistó un cuerpo, temió que fuera un enemigo pues no podría ganar otra pelea, el cuerpo se detuvo y luego corrió hacia él. Alan se detuvo e intentó tomar posición de defensa, pero las fuerzas le fallaron y cayó de espaldas al piso. Escuchó los pasos hasta que se detuvieron a su lado, sintió unas cálidas manos en sus mejillas y una voz de mujer preguntando por su estado, antes de poder verla quedó inconciente.
"¡Dios, se está muriendo!" era lo que pasó por la mente de Callie el ver que el hombre no reaccionaba a sus llamados. Sin saber cómo se cargó al hombre en su espalda y corrió de vuelta a su casa, pateó la puerta principal hasta que el mayordomo la abrió exaltado.
-Llama al médico, de inmediato; y tráeme algo para limpiar sus heridas-dijo rápidamente la mujer mientras subía las escaleras hasta la pieza de invitados, donde acostó al herido.
Al momento llegó Teo con gasas, paños limpios, alcohol y agua y limpiaron, con la mayor delicadeza posible, sus heridas. Para cuando terminaron el médico ya estaba en la puerta principal, echó a Callie y a Teo de la habitación y cerró la puerta de la habitación.
-¿Desea algo señorita?-preguntó el mayordomo con su traje manchado y una expresión indescifrable- ¿Cambiarse de ropa, quizás?-
-No, agradecería que llames a mi oficina y les dijeras que no iré a trabajar- dijo Callie con amabilidad sin dejar de mirar la puerta.
-Como ordene- Teo hizo una reverencia con la cabeza y desapareció al doblar por el pasillo. Callie se sentó en una banquita de mimbre frente a la puerta de la habitación de invitados, y dejó su mente vagar por lo ocurrido, pensó en cómo lo había encontrado, en los múltiples cortes que habían en su cuerpo y el mal aspecto de su brazo derecho. Juntó las manos y cerró los ojos en son de plegaria.
-Por favor no dejes que se muera…-susurró en el silencio del pasillo.
Dos horas después, Callie seguía allí con sus ropas de trabajo, ya con las manchas de sangre seca, hasta la puerta se abrió y salió el médico, Callie saltó de la banca y se acercó al médico.
-¿Cómo está?-preguntó preocupada.
-Ha perdido mucha sangre debido a los cortes y le he enyesado el brazo derecho, ¿lo conoces?-dijo tranquilamente el médico.
-No, iba camino al trabajo cuando topé con él-
-Entonces no sabes cómo quedó así- ella negó con la cabeza, él suspiró-Pues bien, en el velador he dejado las medicinas con las indicaciones correspondientes y por ahora debe reposar-
-¿No morirá?-
-Es muy poco probable Callie, aún así lo vendré a ver mañana-
-Muchas gracias doctor, Teo le llevará a donde desee- dijo la mujer con sincero agradecimiento y entró sigilosamente a la habitación.
Allí estaba, tendido e inmóvil, tendido en la cama tenía una venda en la frente y estaba pálido, pero no tanto como cuando habían llegado a casa, acercó una silla al lado de la cama y le quedó observando, miró los múltiples cortes que ya no sangraban, su rostro tenía una expresión más serena y se preguntó de que color serían sus ojos.
-Debiste meterte en un buen lío para quedar así ¿eh?-susurró ella con un tono amistoso. De un momento a otro sintió cómo una mano le aprisionaba la garganta impidiéndole respirar, y vio los orbes rojos del hombre que la miraba de una manera que la aterraba, ella tomó la mano que la ahorcaba intentando soltarla, pero no podía.
"Dios, salvé a un asesino" pensó con arrepentimiento y pavor mientras una lágrima corrió por su mejilla.
¿Que tál? hace tiempo que no escribía y volví con una nueva historia, un pooco mejor redactada que las otras ¿no? Bueno, ya saben me alimento de sus reviews.
Ya se viene el otro capitulo~