Existen pocos personajes con tan mala fama como Judas, el apóstol traidor. Capaz de entregar a Jesucristo por treinta monedas, identificándolo ante los soldados con un beso hipócrita, se ha convertido en el símbolo máximo de la falsía. Sin embargo, el descubrimiento en Egipto de un antiguo manuscrito llamado Evangelio de Judas puede cambiar las cosas y reivindicar la figura de este odiado apóstol. ¿Quién era, en realidad, Judas?
¿QUIÉN ERA JUDAS?
El manuscrito descubierto, sin duda transcripción de un original más antiguo, es un texto copto, escrito sobre papiro, que alcanza las 62 páginas. Las pruebas realizadas con carbono-14 lo datan en torno al año 300 d.C. Al parecer, fueron unos campesinos quienes, hacia 1950, dieron con él de manera fortuita. Durante años fue vendido a coleccionistas y anticuarios sin que se supiera realmente su valor. Finalmente terminó en manos de la Maecenas Foundation for Ancient Art de Basilea (Suiza). Aunque hasta ahora no se había encontrado ninguna copia, se conocía la existencia de este Evangelio porque es citado en algunas fuentes antiguas. Ireneo de Lyon (s. II), uno de los “padres” de la Iglesia, habla de él en su obra "Contra los herejes".
En esa época era considerado un texto herético de origen gnóstico, redactado en griego y escrito por la secta de los cainitas, seguidores de ese Caín bíblico que asesinó a su hermano Abel y que, maldecido por Yahvé, alcanzó casi tan mala fama como Judas. Los cainitas compartían la creencia gnóstica de que Yahvé era un dios “malo” y, en consecuencia, consideraban héroes a todos los personajes que éste maldecía, como Caín y Judas. En síntesis, lo que este Evangelio viene a decir es que el denostado Judas Iscariote no fue un traidor, como la Iglesia nos ha hecho creer, sino un simple instrumento en las manos de Dios.
Judas entregó a Jesucristo, sí, pero no lo hizo por propia voluntad sino obligado por un mandato divino. No fue el odio ni la codicia lo que le llevó a dar ese paso, sino la orden directa de Dios, que había trazado ya el plan al que debían ajustarse los acontecimientos. Por tanto, no es traidor, sino héroe, una persona capaz de doblegar su voluntad para obedecer a un dios que, según los gnósticos, representaba la maldad y le obligaba a vender por treinta monedas a su rey, maestro y mesías. Víctima antes que verdugo, Judas encajaría perfectamente en la conocida frase “qué buen vasallo si tuviera buen señor”.
• HIJO DE SIMÓN Y SOBRINO DE JESÚS¿Qué móvil impulsó a Judas a hacer lo que hizo? ¿El mandato divino o intereses más profanos, como el dinero y el poder? Es difícil descubrir la dimensión humana de estos personajes, que han llegado a nosotros a través, fundamentalmente, de textos religiosos. Su posible realidad histórica se desdibuja ante la escasez de fuentes documentales y la manipulación sufrida por los textos existentes con el paso de los siglos. No se cuenta con ningún documento original, sino con copias muy posteriores, fruto de traducciones inexpertas, cuando no tendenciosas.
Se trata, por tanto, de un material impreciso respecto a los hechos históricos y frecuentemente contradictorio. Aun así, con los datos aportados por los propios Evangelios canónicos, por los considerados apócrifos y también por los textos de historiadores antiguos como Flavio Josefo (s. I) surge un panorama en el que Jesús y sus apóstoles parecen guiados por motivos distintos a los que la Iglesia católica ha acuñado.
En ese marco la traición de Judas cobra un nuevo sentido. Que Jesús era descendiente del rey David y, por tanto, legítimo rey de los judíos se establece en los Evangelios canónicos. Lo dice Mateo cuando narra la llegada de los magos de Oriente a Jerusalén preguntando “¿Dónde está el nacido rey de los judíos?”.
Y se confirma cuando los soldados le coronan de espinas y le ponen un cetro en la mano, burlándose a gritos: “Dios te salve, rey de los judíos”.
También figura en los Evangelios el dato más polémico de que Jesús tenía hermanos y de que éstos formaban parte de los apóstoles. Aunque algunas traducciones los hacen aparecer como “primos” o “familiares”, las versiones más antiguas de la Vulgata de San Jerónimo son claras al respecto. Así, cuando Lucas narra el nacimiento de Jesús, indica que María “dio a luz a su hijo primogénito”, primogenitura que implica la existencia de hijos posteriores.
Más claro es Juan cuando dice que Jesús bajó a Cafarnaum “con su madre, sus hermanos y sus discípulos”, diferenciando claramente los vínculos de sangre (hermanos) de los meramente espirituales (discípulos). Y Marcos incluso los nombra: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y no se hallan sus hermanas aquí, entre nosotros?”. Cuántos eran estos hermanos y cómo se llamaban resulta confuso. Simón, por ejemplo, aparece citado con varios apelativos que podrían indicar la existencia de más de una persona con ese nombre, aunque los expertos neotestamentarios concluyen que se trata del mismo apóstol, ese Simón llamado también Piedra (Pedro), y el Zelota, y el Cananeo.
Y, tal y como lo cita Juan, conocido igualmente como Simón Iscariote. Es más, el evangelista aclara que éste es el padre de Judas: “Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque era él quien debía entregarle” (Juan, 6, 71), aspecto que confirma más adelante: “Uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que había de entregarle” (Juan, 12, 4).
Hay otras muchas referencias, pero basta con éstas para hacernos una idea de quiénes podían integrar el grupo íntimo de personas que acompañaba a Jesús. Un conjunto familiar que incluía a su madre, María, a sus hermanos de sangre y a su sobrino Judas Iscariote, hijo de su hermano Simón.
• GUERRILLEROS REBELDESEn aquella época la situación política de Palestina era muy inestable. El pueblo judío no soportaba la dominación romana y se levantaba en continuas revueltas armadas. El historiador judío Flavio Josefo da detallada cuenta de estas guerras. Habla, entre otras, de la conocida como “revolución del censo”, del año 6, y cita a un líder guerrillero llamado Judas el Galileo –o el Galaunita– que “aterrorizaba a todo el contorno” con sus acciones bélicas y aspiraba a alcanzar “los honores de la realeza”.
Por su parte, Eusebio de Cesarea (s. III) señala en su Historia eclesiástica la cruenta represión que sufrían los legítimos aspirantes al trono de Jerusalén: “Vespasiano ordenó buscar a todos los descendientes de David para que no quedara entre los judíos ni un solo hombre de la tribu real”. De manera que las revueltas armadas de los reyes legítimos de Israel para recuperar el trono y expulsar a los romanos invasores eran frecuentes. Jesús, descendiente de David, encabezó una de ellas y por eso fue perseguido y crucificado, como cuenta Mateo y aclara el cartel que clavaron en la cruz: “Pusiéronle también sobre la cabeza estas palabras, que denotaban la causa de su condenación: éste es Jesús, el rey de los judíos” (Mateo, 27, 37).
Los Evangelios también dejan claro que Jesús y sus seguidores constituían un grupo armado y beligerante de la monarquía davídica. Y, en ocasiones, cruel. Por ejemplo, en Lucas 19, 27 Jesús dice: “A aquellos enemigos míos que no me han querido por rey conducidlos acá y quitadles la vida en mipresencia”.
Sus discípulos iban armados cumpliendo sus propias instrucciones, ya que les había ordenado: “El que no tenga espada, venda su túnica y cómprela” (Lucas 22, 36). Por eso cuando, estando en el Monte de los Olivos, llegan los soldados romanos guiados por el traidor Judas, los discípulos le preguntan: “Señor, ¿herimos con la espada?” (Lucas 22, 49).
Evidentemente, las autoridades romanas sabían que en el monte se ocultaba un grupo de rebeldes numeroso, peligroso y armado, como demuestra el nutrido contingente de tropas que enviaron para detener a Jesús: una cohorte al mando de un tribuno, según especifica Juan. Y una cohorte estaba compuesta por seis centurias. En total, seiscientos soldados mandados por un tribuno, magistrado militar con rango de cónsul. A estas fuerzas hay que sumar las milicias enviadas por el Sanedrín, que algunos expertos calculan integradas por entre cien y doscientos hombres. En total, una fuerza compuesta por más de setecientos hombres. No se trataba precisamente de una patrulla rutinaria en busca de un alborotador solitario, pacífico y de poca monta...
• LUCHA POR EL TRONO DE JERUSALÉN¿Qué sentido tiene, en este contexto, la traición de Judas? Veamos: Jesús, el primogénito, era el legítimo rey de Israel, y como tal había sido ungido. Su hermano Simón-Pedro era el segundo en el “escalafón”. Los Evangelios canónicos dejan ver que había rivalidades entre los hermanos y que éstos cuestionaban incluso la conducta de Jesús. Juan dice: “Ni siquiera sus propios hermanos creían en él”. Tampoco aceptaron de buena gana la decisión de Jesús, que había elegido a Simón-Pedro como la “piedra” sobre la que edificaría su Iglesia. De hecho, Marcos cuenta que, en el camino hacia Cafarnaum, los apóstoles habían tenido “una disputa entre sí sobre quién de ellos era el mayor de todos”.
Estas diferencias no debían de tener muy contento a Simón. Parece que Jesús sabía de su resentimiento, ya que en una ocasión le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”. Y Simón contestó: “Sí, señor, tú sabes que te amo”, sin confirmar si su amor era mayor al del resto. El rechazo a Simón era tan fuerte que, muerto ya Jesús, no lo aceptaron como jefe de la Iglesia a pesar de la elección hecha por el Mesías. Lo cuenta Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica: “Pedro, Santiago y Juan, después de la ascensión del Salvador, no se pelearon por obtener este honor, sino que eligieron a Santiago el Justo como obispo de Jerusalén”. Es posible que Judas viera cómo Simón, su padre, iba siendo relegado por los demás y que no estuviera dispuesto a permitirlo. Basándose en estos y otros indicios similares, algunos investigadores han establecido la hipótesis de que Judas Iscariote vendió a Jesús para garantizarse su puesto en el orden sucesorio.
Muerto el primogénito, el derecho al trono de Israel recaía en el segundo, Simón Pedro. Y Judas, su hijo, se convertía en el delfín. ¡Qué cambio para alguien que no era más que un sicario y un ladrón! Lo de ladrón lo dice Juan en su Evangelio: “Era ladrón y, teniendo la bolsa, defraudaba el dinero que se echaba en ella”; es decir, que, siendo el tesorero del grupo, se aprovechaba para meter mano en la bolsa. Las traiciones y los asesinatos entre hermanos por conseguir un trono no eran raros en las familias reales de esa época. Tampoco lo fueron después, a lo largo de la historia. Desde luego, Judas no habría sido el primero ni el último en hacerlo, de manera que, en ese marco político, la hipótesis es plausible.
• LA MUERTE DE JUDAS : ¿SUICIDIO O EJECUCIÓN RITUAL?Sea como fuere, el móvil de Judas no fue el premio de las treinta monedas. Los comentaristas coinciden en que, si se había puesto precio a la cabeza de Jesús, tendría que ser muy superior a treinta denarios. Según indica Mateo, Judas se arrepintió de su hazaña y devolvió la recompensa a los sacerdotes del Templo. Acto seguido se marchó y, “echándose un lazo, se ahorcó”.
En la versión que ofrecen los Hechos, Judas, con la recompensa a su traición, se compró un campo, aunque luego, “habiéndose ahorcado, reventó por medio, quedando repartidas por tierra todas sus entrañas”. Extraña y confusa forma de suicidarse. Sin embargo, diversos textos apócrifos apuntan a que no fue un suicidio, sino una ejecución llevada a cabo por los discípulos de Jesús para vengar a su rey. En el Evangelio de Bartolomé, Jesús se encara con el traidor, le maldice y habla de él en estos términos: “Se ha quitado su destino de los vivos (...), le han robado su corona (...), han dejado su casa desierta (...), sus días han sido abreviados (...), su vida ha terminado (...). Los ángeles que siguen al Señor lo han rechazado”.
Ahí está la sentencia. Antiguas tradiciones judías establecían cuál era el castigo que debía sufrir quien traicionara a su rey: colgado de un poste, se le rajaba el vientre para que las entrañas escaparan lentamente por la herida, de manera que la muerte no sobrevenía por ahorcamiento, sino al término de una espantosa agonía producida por la eventración.
Este castigo estaba tan vigente que, en definitiva, es el final de Judas descrito oficialmente en los Hechos, aunque el texto lo defina como un suicidio, silenciando por qué revienta misteriosamente desparramando sus entrañas. Sin embargo, la alusión del Evangelio de Bartolomé a “los ángeles del Señor” es reveladora. Dado que “ángel” significa simplemente “mensajero”, esos ángeles que rechazan a Judas cobran el sentido de enviados que cumplen la sentencia dictada por Jesús al aplicar el castigo que la tradición judía tenía establecido.
• APODOS CON MUCHO SENTIDO: SIMÓN EL FANÁTICO Y JUDAS EL SICARIOEn el contexto de una lucha armada para arrancar el trono de Israel a los usurpadores romanos cobran sentido los apelativos con los que se nombra a los apóstoles en los Evangelios. Por ejemplo, a Simón se le llama el Zelota, que significa “fanático”, “celoso”. Flavio Josefo aplica este término a los fundamentalistas que cometían actos terroristas contra el dominio de Roma, protagonistas de numerosas revueltas. Los Evangelios se refieren también a Simón como “hijo de Jonás”, traducción errónea, según los expertos, del término acadio barjonna, que significa “anarquista” y “fuera de la ley”.
En cuanto al Iscariote que acompaña al nombre de Simón y, sobre todo, de su hijo Judas, no significa otra cosa que “el hombre de la sica”. La sica era el temible puñal curvo que utilizaban los activistas de la resistencia para cometer sus asesinatos; de este término procede precisamente la palabra sicario, que define hoy en día a los asesinos a sueldo. De manera que Jesús y sus apóstoles formaban un grupo de guerrilleros nacionalistas, patriotas fanáticos declarados fuera de la ley, en el que tanto Simón como su hijo Judas eran iscariotes, es decir, sicarios o expertos en el manejo de la sica. Visto así, no resulta extraño que la autoridad romana enviara una cohorte de seiscientos soldados veteranos para detener a su líder.
• JUDAS, ¿HERMANO GEMELO DE JESÚS?: EL EVANGELIO DE BARTOLOMÉL os Evangelios citan un apóstol, Tomás, al que Juan llama Dídimo, palabra griega que significa “gemelo”. Lo curioso es que el propio nombre de Tomás es, según los expertos, una mala traducción de la palabra hebrea taoma, que quiere decir igualmente “gemelo”. El resultado es que Tomás Dídimo no significa nada más que “gemelo-gemelo”.
Los investigadores señalan que su verdadero nombre era Judas. Los evangelistas citan, por tanto, a un gemelo, pero no dicen de quién. Para averiguarlo hay que recurrir a los apócrifos, esos textos que la Iglesia oficial considera escritos “sin inspiración divina” pero que en los primeros siglos del cristianismo tenían la misma validez que los hoy considerados canónicamente inspirados. En el Evangelio de Bartolomé, Jesús se dirige a Tomás diciendo: “Buen día, Tomás, mi segundo cristo”. Si recordamos que Tomás es la palabra hebrea taoma, gemelo, el texto dice en realidad: “Buenos días, gemelo, mi segundo cristo...”, con lo que la frase adquiere pleno sentido.
Existe otro apócrifo, llamado precisamente Hechos de Tomás, en el que se habla con toda claridad de este hermano gemelo de Jesús desde el momento mismo del parto de María: “¡Ven, santa Paloma que das a luz a los dos gemelos!”. Y, cuando alguien los confunde, el mismo Jesús se ocupa de aclarar el equívoco: “Yo no soy Tomás (el gemelo), sino su hermano”.
• ¿SABÍAS QUE?Basándose en la existencia de un hermano gemelo de Jesús surgió la creencia, sustentada todavía por algunos autores, de que Cristo no resucitó? Su muerte, dicen, fue permanente y la pretendida resurrección fue una maniobra de los apóstoles, que habrían hecho pasar a Tomás Dídimo, es decir, al hermano gemelo, por el propio Jesús resucitado.
• JUDAS EL GALILEO: ¿EL PADRE REVOLUCIONARIO DE JESÚS?Bajo estas líneas, los restos del templo de Herodes y una pintura del mismo. Según algunas versiones, este lugar fue asaltado por el padre “revolucionario” de Jesús. Realmente a ese Jesús, jefe de guerrilleros nacionalistas y aspirante al trono de Israel, le pega poco tener un padre como el carpintero José de los Evangelios. En los textos de Flavio Josefo aparece otro candidato que cobra sentido en ese entorno de lucha revolucionaria. Se trata del ya citado Judas el Galileo, llamado también el Galaunita y Judas de Gamala, uno de los rebeldes que más se distinguieron luchando contra los conquistadores romanos. Quiso hacerse con el trono, organizó acciones armadas que incluyeron el asalto al palacio real de Herodes Antipas y capitaneó el famoso levantamiento del censo del año VI, en el que perdió la vida. No se trataba de un bandolero vulgar, evidentemente. Entre otras cosas porque, como indica Flavio Josefo en sus Antigüedades judaicas, fundó una nueva “secta filosófica” que aglutinó a un gran número de seguidores.
Era un movimiento revolucionario en toda regla que provocó algaradas, sediciones y asesinatos políticos. La doctrina de su líder no aceptaba el poder establecido, defendía un “invencible amor por la libertad” y acuñaba que “Dios es el único jefe y el único Señor”, ideario que coincide con el posterior mensaje de Jesús. El historiador judío aporta un dato fundamental cuando señala que, entre los años 46 y 47, siendo Tiberio Alejandro procurador de Judea, fueron detenidos y crucificados dos “hijos de Judas de Galilea”.
Y los nombra: Jacobo (Santiago) y Simón. Dado que éstos, como hemos visto, eran hermanos de Jesús, algunos investigadores concluyen que el Mesías tenía que ser también, por fuerza, hijo de Judas de Galilea, el revolucionario pretendiente al trono.
• EL DATOSegún la tradición masónica, la eventración ritual fue el castigo que impuso el rey Salomón a dos de los asesinos de Hiram (abajo), el arquitecto del Templo. Colgados de un poste con los brazos y las piernas atados a la espalda, les rajaron el vientre para que las entrañas se derramaran con dolorosa lentitud. Tras ocho horas de agonía, fueron decapitados.
• MÁS DATOS EN:- "Jesús o el secreto mortal de los templarios". Robert Ambelain. Ediciones Martínez Roca.
- "Los Evangelios Apócrifos". Aurelio de Santos Otero. Biblioteca de Autores Cristianos.